ARCHIPIÉLAGO CATURLA
sus viajes
Cosmopolita, políglota, moderna, muy sociable e infatigable viajera. La formación artística de Caturla, su capacidad autodidacta para aprender a mirar y a admirar, se nutrieron de su amor por las urbes modernas y los paisajes alpinos, de sus peregrinajes a exposiciones y museos, de su asidua asistencia a los teatros alemanes, de sus excursiones y estancias europeas.. Tanto es así que Arte de épocas inciertas puede leerse también como un diario de sus viajes.
Ortega la llama «la errante», y sus cartas están salpicadas de menciones viajeras, teñidas, a veces, de un sentimiento de desarraigo: «Veo pasar ante mí unos trenes muy largos y muy rápidos. Tengo un gran deseo de escapar a Italia, a Verona, a Vicenza, a Ferrara… Qué sé yo… Ahora no tengo raíces». He aquí una selección de su Europa predilecta.
Voy a Hamburgo y de allí otra vez a Munich… Voy con Ellen unos días a Florencia… Me voy a Venecia, a la Bienal
MARÍA LUISA CATURLA
Bayreuth
María Luisa y su esposo, Kuno Kocherthaler —entusiasta melómano y socio relevante de la Sociedad Wagneriana de Madrid—, figuran entre los asistentes en julio de 1908 a una representación de Parsifal, de Richard Wagner, en el Festival de Bayreuth, lugar de peregrinación de las élites europeas a comienzos de siglo.
Franz Stassen (189–1949)
«Richard Wagner, el innovador», La belleza, 1921
Creative Commons
Düsseldorf
Entre los marchantes con los que Caturla mantenía relación se encuentra Alfred Flechtheim, prestigioso galerista judío que tenía su central en Düsseldorf. Caturla propició la exposición en la que Flechtheim presentó en 1932 a los jóvenes artistas españoles y fue ella, asimismo, la que tradujo algún artículo de Ortega y Gasset para Der Querschnitt, la revista de la galería.
Portada de la revista Der Querschnitt
Berlín, 1930
© Lebrecht Music & Arts | Alamy Stock Photo
Hannover
Giménez Caballero, el gran activista de la vanguardia española, cuenta que, cuando realizó su viaje a Alemania, fue «nuestra María Luisa Kocherthaler» quien le puso en contacto con Kate Steinitz, alma del grupo Dada- Hannover y estrecha colaboradora de Kurt Schwitters. Kate y María Luisa habían estudiado juntas en Berlín y conservaron su amistad durante largos años, después incluso de la II Guerra Mundial.
Merz Mail y Höxter John
Kurt Schwitters y Herwarth Walden, Berlín, junio de 1918, 2018
Imagen del libro Historia Ilustradada de Dada,
ed. La única puerta a la izquierda, Sestao (Bizkaia)
Constanza
Caturla pasaba largas temporadas en los lagos suizos, particularmente en el Bodensee. Allí encontraba a sus amistades alemanas: «He estado en el lago de Constanza. He visto a Einstein y luego cenaremos juntos». O «comí con Meier-Graefe». Visitaba a sus hijos, que estudiaban en el Schloss-Salem, un castillo-internado de avanzados métodos educativos. A veces, encontraba a la idílica Suiza demasiado «demodée, llena de gente vulgar que, atrasada de noticias, viene a llenar hoteles elegantes de 1890. Todo está aquí pasado de moda, hasta el paisaje, que parece remedar un cromo». (Carta a Ortega y Gasset, 1923, C-6/12).
Jean Gaberell (1887–1949)
Paisaje alpino de Adelboden, ca. 1927
Placa de secado de gelatina sobre vidrio, de color
Swiss National Museum + LM–103632.22
Stuttgart
Caturla viajó por las ciudades europeas «por la arquitectura nueva que hay en ellas». Admiraba su transparencia, su uso del vidrio y sus espacios reversibles. Su correspondencia con Ortega abunda en encendidos elogios a edificios descubiertos en sus viajes: «En Stuttgart he visto el almacén construido por Mendelshon, que es una maravilla… ¡La nueva ciencia de construir está tan bien, señor meditador!». (Carta a Ortega y Gasset, 1930, C-6/31).
Erich Meldelshon
Grandes almacenes Schoken, Stuttgart, 1928
Fotografía sobre gelatina de plata
© Peter Weiss | akg-images
París
En 1935, en un viaje a París, Caturla ve la gran exposición L’art italien de Cimabue à Tiepolo, que se presenta en el Petit Palais. Le sorprende la preponderancia del desasosiego en las formas artísticas del Quattrocento, el gesto atropellado e inquieto de sus pintores: «¡Cuánta exacerbación hay en Mantegna, cuánto preciosismo en Crivelli!». Y admira las ninfas y diosas de Botticelli, «que pisan inseguro y tienen frío».
Cartel de la exposición El Arte italiano. De Cimabue a Tiépolo, 1935. Petit Palais
Paris Musées / Petit Palais, musée des Beaux-Arts de la Ville de Paris
ZÚrich
En 1939, Caturla visitó la Exposición Nacional Suiza, en Zúrich, que dedicaba una sección al mobiliario moderno. «Aquellos muebles de tubo metálico que inundaron el planeta hacia 1930 también pedían ser colocados indistintamente del revés, y no puede darse nada más indefinido que sus curvas sinuosas, sin interrupciones, donde todo sale de todo».
John Graudenz (1884–1942)
Dos mujeres sentadas en sillas diseñadas por Mies van der Rohe en el Velvet-Silk Cafe de Lilly Reich, Berlín, ca. 1927
Fotografía sobre gelatina de plata
Centre Canadien d'Architecture / Canadian Centre for Architecture, Montréal
Berlín
Berlín fue su segunda casa, en la que pasaba largas temporadas. Seguía de cerca las vicisitudes de Alemania durante la República de Weimar y vio el ascenso del nazismo. «En una salida que tuve que hacer vi una de esas columnas llena de proclamas electorales… Qué cositas promete Hitler. Es un cursi atroz. Yo le llamo Adolfísimo. Adolfísimo no logrará apoderarse de Alemania. Se lucha mucho contra él, mucho más de lo que reflejan los periódicos de España. Y eso reconforta». (Carta a Ortega y Gasset, s/f, C-6/59).
Campaña para las elecciones al Reichstag en la Karl-Liebknecht-Haus
(sede del Partido Comunista de Alemania), Berlín, 31 de julio de 1932
Fotografía sobre gelatina de plata
© ALBUM / akg-images
Venecia
Caturla sentía una pasión particular por Italia, a la que viajaba con frecuencia. Conocía las ciudades renacentistas como la palma de su mano y, cuando durante la Guerra Civil se instaló en Suiza, pasó más de un año en Venecia estudiando a los vedutistas del siglo XVIII. Era para ella un país especial. Desde Constanza, ve pasar los trenes «con cartelitos que dicen Milano, Venecia… Tengo un gran deseo de escapar en uno de ellos… Iría a Verona, a Vicenza, a Ferrara». (Carta a Ortega y Gasset, 1923, C-6/12).
Francesco Guardi (1712–1793)
Góndolas sobre la laguna (Laguna grigia), 1761–1770
Óleo sobre lienzo
Museo Poldi Pezzoli, Milano
Valladolid
A comienzos de la década de los cuarenta, Caturla viajó por Castilla con su cámara para fotografiar y estudiar a Juan de Juni. «Voy hacia Valladolid a tomar apuntes de escultura. Quiero dedicar el invierno a Juan de Juni! Un texto breve (Zeitgeist, formas), más reproducciones de tamaño grande. Juni se presta a ello: la cabeza de la Virgen de los cuchillos en foto ampliada parece un Scopas!». (Carta a Ortega y Gasset, 1942, C-6/37).
Scopas (380–330 a. C.)
Ménade danzante, s. IV a. C
Escultura en mármol
© Staatliche Kunstsammlungen Dresden | bpk | Hans Peter Klut | Elke Elstel
Juan de Juni (1506–1577)
Virgen de las Angustias, ca. 1561
Negativo fotográfico sobre placa de vidrio con gelatinobromuro de plata
© Instituto del Patrimonio Cultural de España /
Casa Moreno. Archivo de Arte Español (1893–1953)
Nuevas Hébridas
Alentada por Ortega y Gasset, hacia 1940, Caturla emprendió el estudio de la obra de Zurbarán, pintor aún poco conocido. En su metódico esfuerzo por completar el catálogo del pintor, viajó infatigablemente: «Vengo a pernoctar en sitios donde no iría ninguna de mis amigas, con tal de recoger alguna información o de ver una vieja ciudad». Sus pesquisas le llevaron a veces muy lejos: «Donde me señalan un Zurbarán allá voy de cabeza…». Y ante la noticia de una remota posibilidad de identificar una obra desconocida, se dice: «¡Un Zurbarán en las Hébridas! Porqué no?, me dije… A la mañana siguiente volé con la decisión inquebrantable de alcanzar la Isla del Huevo».
Francisco de Zurbarán (1598–1664)
Agnus Dei, 1635–1640
Óleo sobre lienzo
© Museo Nacional del Prado
Nueva York
A comienzos de los años cincuenta, Caturla fue invitada por el hispanista Walter Cook para impartir conferencias en distintas universidades americanas. «El viaje a América se aproxima, ¿cómo voy a resistir una conferencia cada tres días?»: Estuvo en Yale, en Harvard, en Columbia, en Chicago. «Me encanta Nueva York, me gusta todo: los rascacielos, sobre todo, de noche, consteladitos; las tiendas, los museos; la gente, cordial, ingenua, al parecer al menos», le cuenta a Sánchez Cantón. (MP, FSC, 107-30, Nueva York, 15-X-1950).
H. Armstrong Roberts (1883–1947)
Skyline nocturno de Manhattan, 1 de enero 1949
Fotografía sobre gelatina de plata
© ClassicStock / Alamy Stock Photo