LA HISTORIA EN ZIGZAG
Románticos del
siglo XV
Cuando el Medievo toca a su fin, las artes manifiestan un particular apetito por las fantasías exóticas y los mundos desaparecidos. Caturla ve aquí un signo de «romanticismo», entendido no como un estilo concreto sino como la actitud propia de las almas sin rumbo y las épocas inciertas. Ese anhelo se manifiesta, primero, en el gusto por el arabesco islámico, un ornamento caligráfico, frágil, irreal e ingrávido que invita a perderse en su infinitud. El otro ámbito de fascinación romántica es la curiosidad por la naturaleza virgen y los hombres primitivos. Troncos de árbol, trabajos de cestería y peludos salvajes llegan al arte «desde fuera» para habitar las fachadas de sus edificios formando un conjunto ambiguo y desconcertador.
Alrededor de 1480 apenas hay en la escultura gótica europea otra cosa que concavidades
MARÍA LUISA CATURLA
ARABESCO
«El “arabesco” o ataurique comienza a serlo cuando la palmeta antigua, de la que en último término deriva, pierde su libre e independiente vértice y pasa, en continuado lineamento, a convertirse en nueva palmeta sin principio ni fin. Aquí también todo sale de todo, y parece reflejar la ilimitación del desierto, su extensión infinita y sin bordes. Acaso sea el rasgo más hondamente expresivo de todo lo islámico esa ansia de infinitud de su ornamento, esa como incitación a perderse en él… Nada, pues, tiene de extraño que siempre hayan sido las épocas y las almas sin rumbo muy aficionadas a lo arábigo».
Mariano Fortuny y Marsal (1838–1874)
El vendedor de tapices, 1870
Acuarela sobre papel
© De Agostini Picture Library / Getty Images
SINTRA DE
«LAS MIL Y UNA NOCHES»
«Se alzan de repente palacios de Las mil y una noches, como el de Sintra, con su frente ceñida de merlones morunos, sus fabulosas chimeneas cónicas, sus arquitos gemelos, sus aljibes, su solería y sus alfarjes. “La Torre de Belem —escribe Dos Santos—, obra de un maestro, al volver del Moghreb con el alma llena de sugerencias de arte musulmán, da la clave del orientalismo en el arte manuelino”».
Jean Laurent (1816–1886)
Torre de Belém, ca. 1870
Fotografía en papel de albúmina sobre cartulina
© Biblioteca Digital Hispánica – Biblioteca Nacional de España
Castello da Pena
«Ser dos cosas a la vez, y dejar en duda de cuál en verdad se sea […]. Lo hallaremos nuevamente en la época del romanticismo por antonomasia, la de 1830. Entonces el Castello da Pena, emulando los caprichos de Thomar y Sintra, y aun superándolos, se llena de tronquitos nudosos, de rocosidades estalactíticas, que, desde los ninfeos de la Roma antigua imperial, aparecen una y otra vez remedando la naturaleza con malsana complacencia en el equívoco».
Jean Laurent (1816–1886)
Balcón y puerta principal del castillo da Pena, ca. 1870
Fotografía en papel de albúmina sobre cartulina
© Biblioteca Digital Hispánica – Biblioteca Nacional de España
«salvajes»
«Troncos nudosos hacen de contrafuertes en el hastial de ingreso al colegio de San Gregorio. Toscos palitroques rodean, retorciéndose, el escudo. Mimbres entretejidos cubren con su trama incesante las breves partes lisas de esa composición. Donde antes se alineaban figuras de santos, guardan los flancos de la portada, hirsutos y selváticos, unos extraños seres infrahumanos. Esos “salvajes” abundantes en la talla heráldica al final del XV, pasaban por ser producto de una imaginación en delirio con los relatos del descubrimiento de América».
Gil de Siloé (activo 1485–¿1505?) y taller
Salvajes. Fachada Colegio de San Gregorio, ca. 1492
© Museo Nacional de Escultura. Javier Muñoz y Paz Pastor
PAISAJES ALEMANES
«Alrededor de 1500 los paisajes deshilachados de la pintura alemana son asimismo equívocos, con sus rocas y nubes deshaciéndose cual agua en cascada, mientras gotean las ramas su follaje. Todo tiene en ellos una como doble existencia de metáfora».
Albrecht Altdorfer (1482–1538)
San Jorge en el bosque, 1510
Pergamino sobre madera de tilo
© Bayerische Staatsgemäldesammlungen – Alte Pinakothek, München
UNA JOYA DE dalí
«Dalí en América está inventando joyas. En cierta revista de modas muy reciente vi reproducida alguna. Simulaba, la que recuerdo ahora, pequeña ventana —en su hueco rectangular engarzada una piedra preciosa—. Abajo, el borde se convertía en raigambre; y hacia arriba, el frontoncito se deshacía en ramajes. La ventanita nacía en la naturaleza, para volver a ella, perdiéndose en raíces y ramas. El arte ¡ay! debe encontrarse todavía muy lejos de sanar, cuando Dalí —siempre avanzado— sigue ideando incertidumbres».
Fulcro di Verdura (1898–1978) y Salvador Dalí (1904–1989)
Broche de Apolo y Dafne, 1940
Dibujo sobre papel
© Verdura. Photo courtesy of Verdura
Todas las citas pertenecen a la obra de María Luisa Caturla Arte de épocas inciertas