LA HISTORIA EN ZIGZAG
EL MANIERISMO
El manierismo es un arte de la duda. Traduce la crisis vital de unas décadas marcadas por conflictos espirituales y perturbaciones anímicas. La humanidad, desalentada por la escisión espiritual y sobrecogida por las guerras, parece encaprichada por lo incómodo: tergiversa las apariencias, disloca los espacios, hacina y asfixia a las figuras, corta y descoyunta las formas y gusta de los gestos inquietos y mórbidos, de los colores tornasolados e indecisos o de los cuerpos que se escurren y resbalan sin suelo firme bajo sus pies. Un rasgo común, afirma Caturla, reúne a los manieristas: su agudo sentido de la «elegancia», entendida como lo frágil, lo esbelto, lo ingrávido, lo fugitivo, cualidades todas que fascinan en tiempos de incertidumbre.
Del amaneramiento de los gestos vinimos a deducir un arte de preocupados
MARÍA LUISA CATURLA
UN MIGUEL ÁNGEL INCONTROLABLE
«Quien se haya acercado a la gigantesca pintura del Último Juicio con deseo de aprehenderla, habrá experimentando resistencia al buscarle la ley ordenadora que sea su justificación estética. Cuerpos y más cuerpos cubren aquella enorme superficie sin que la articule elemento arquitectónico alguno. La reducción fotográfica facilitará aquel anhelo de captación. Cubre la superficie un como sistema cuadriculado. Sólo arriba, en torno al Juez Divino, hacen arco formas angélicas, destacando bajo tal portada la Figura Esencial».
Michelangelo Buonarroti (1475–1564)
Juicio Final, 1536–1541
Pintura al fresco
Capilla Sixtina, Vaticano, Roma
Creative Commons
EL CUADRO ESCINDIDO
«En el Bautismo del Prado, ángeles sostienen sobre el Señor dosel horizontal de estofas carmíneas; así consiguen enmarcarlo en vertical rectángulo, y, al mismo tiempo, confinar esa porción del cuadro, incomunicándola... Se buscan aisladores, la escisión manifiesta, la exhibición de un corte abrupto por él mismo. Denota todo esto un propósito tajante, la disociación progresiva de las formas porque se ha desecado el espíritu que las animaba».
«Con sus esquiveces y su famosa indecisión, el elegante príncipe de Dinamarca, ha atraído sobre la obra de la que es protagonista sospecha de manierismo».
→ Monólogo de Hamlet
Doménikos Theotokópoulos, el Greco (1541-1614)
Bautismo de Cristo, 1597-1600
Óleo sobre lienzo
© Museo Nacional del Prado
ESCULTURAS APRISIONADAS
«La pirámide, esquema de todas las composiciones renacentistas, desaparece ahora, y se forma, en el lugar donde estaba su cúspide, una depresión. Véase la Piedad, de Juan de Juni, en Segovia, con su hundimiento en el centro, y su plana escultura, retrayéndose en forma de cuenca, cediendo espacio en expresiva claudicación; porque este Arte, como en el del final de la Edad Media, no acomete, sino que, inhibido, recibe.
En ese mismo retablo segoviano se observa otro frecuente síntoma, opuesto en apariencia a aquél de servidumbre, pero que se da simultáneo con los acoplamientos observados en la imaginería: una rebeldía contra la falta de espacio que voluntariamente se procura. Los dos guerreros con aspecto de “guardianes” extremo-orientales, apenas caben en la angostura de su lateral alojamiento. Pero no desbordan de él por abundancia, como en el Barroco, sino que se revuelven aprisionados en las estrecheces del intercolumnio: se les ha preparado adrede espacio insuficiente para conseguirles posturas incómodas, atormentadas».
Juan de Juni (1506–1577)
Retablo del Santo Entierro
Capilla de La Piedad de la catedral de Segovia, 1571
Madera policromada
© Catedral de Segovia
MIGUEL ÁNGEL, COMO RODIn
«La Pietà Rondanini es, según nota de 1550, una falla abandonada por el artista a medio labrar. Contemplándola hoy día tras la obra de Rodin, se la recibe inmediatamente, y pese a mejor saber, como lograda. La piedra la sujeta cual nave en hielo, y esa su calidad manierista de aprisionada, bien que fortuita, la aproxima al arte de nuestra época. Son numerosas las obras de Buonarroti abandonadas sin concluir, contenidas, inmovilizadas dentro del bloque de mármol; y ese cautiverio es tan propio de la condición espiritual del tiempo y del artista, que parece haberse complacido en conformarlas imperfectas».
Michelangelo Buonarroti (1475–1564)
Piedad Rondanini, 1552–1554
Mármol
Castello Sforcesco
© Adam Eastland / Alamy Stock Photo
BERRUGUETE
«En el arte manierista, como en el reciente, es sobremanera inestable esa relación. En los trabajos dedicados a Berruguete suele maravillarse el autor de que el San Sebastián, por ejemplo, no asiente sus plantas; pero lo sorprendente sería que las apoyase. El estar las figuras resbalando, escurriéndose, es expresión manierista de una situación espiritual transitoria, provisional. Algunos personajes procuran mantenerse de puntillas, y a veces es una sola pierna la que asoma y sustenta. ¿Será complacencia en ligeras posturas danzarinas, o precaución, desconfianza al caminar?».
Alonso Berruguete (1526–1532)
San Sebastían, ca. 1489–1561
Madera policromada
Retablo mayor de San Benito el Real
© Museo Nacional de Escultura. Javier Muñoz y Paz Pastor
HACINAMIENTO
«En los conjuntos hay un hacinamiento de formas angustioso, y componer, para el artista, es encaje y ajuste, labor de taracea. No se representan los gestos que la acción precisa o la situación acarrea, sino los que pide el hueco o campo disponible para ser colmado. Si los personajes intentasen cambiar esas sus posturas incómodas, estirar los entumecidos miembros, desperezándose, no lo conseguirían. Sólo así, quebrados, encogidos, hallan cabida. A la espaciosidad de las composiciones clásicas ha sucedido este prieto trenzado de cuerpos cubriendo el lienzo todo, sin indicación, las más veces, de lugar o de ambiente».
Jacopo Carrucci, il Pontormo (1494–1557)
El descencimiento de la cruz, 1526–1528
Óleo sobre tabla
Iglesia de Santa Felicità, Florencia
Creative Commons
AZULES ENFUNDADOS
«Los personajes del gran lienzo de Santa Felicità —y aun los del San Mauricio, del Greco— vense enfundados tan prieto que hacen dudar de si será piel lo que cubre sus cuerpos violáceos y azulados, y suscitan el recuerdo de los caballos zarcos que pintó Franz Marc antes de la última guerra, en acaso inconsciente afán de suspender. Este arte aún cercano, como aquel remoto, siente predilección por cuanto pueda causar extrañeza, por lo enigmático e indeterminado, y el mundo que crea no conoce el descanso en la certidumbre».
Franz Marc (1880–1916)
Grandes caballos azules, 1911
Óleo sobre lienzo
© The Artchives / Alamy Stock Photo
Todas las citas pertenecen a la obra de María Luisa Caturla Arte de épocas inciertas